El 17 de diciembre de 1933, un grupo de vecinos autoconvocados para poner freno a la usura puesta de manifiesto por las Usinas del Sur, por entonces prestadora del servicio eléctrico de la ciudad, crearon la Cooperativa de Agua, Luz y Fuerza de Neuquén, CALF.
Eran épocas en que la penetración de empresas extranjeras se había concretado en el país y la generación y distribución de los servicios eléctricos estaba en manos de empresas internacionales como los grupos Cade, Morgan y Sudam.
En la ciudad de Neuquén, las Usinas Unidas –de capitales argentinos e ingleses- habían conseguido en 1931 la concesión para generar y distribuir energía eléctrica. Pero era más el afán de lucro que la intención de brindar un verdadero servicio público.
El antiguo “Paraje Confluencia” cristalizaba constantemente su avance que tuvo un mayor auge entre los años 1930-1943. Dos acontecimientos internacionales dejaron marcadas sus huellas: la crisis económica de 1930 y la Segunda Guerra Mundial. En el plano nacional la Argentina atravesó por un nuevo cambio de gobierno: el radicalismo dejo su lugar al conservadorismo. En el marco regional fue notoria la gran labor realizada no sólo por los gobernantes, sino también por la acción conjunta y el sentido comunitario que atrapó a los pobladores.
Molestos, los vecinos comenzaron a escuchar las incipientes ideas cooperativistas que ganaban la calle de la mano de “La Cooperación”, un periódico editado por Jesús Merino Villanueva, que se distribuía de manera gratuita a la comunidad.
El 30 de julio de 1933, se convocó a los vecinos a una reunión a realizarse en el “Hotel Confluencia”. Fue en ese lugar donde los presentes idearon la solución: La Usina del Pueblo.
El 17 de diciembre de ese mismo año, la Cooperativa Agua, Luz y Fuerza hizo su Asamblea Constitutiva, en instalaciones del Cine La Armonía.
La comunidad en pleno dio su apoyo a este emprendimiento, suscribiendo acciones para comprar los terrenos donde se levantaría el futuro edificio.
Resultado de este verdadero esfuerzo comunitario, el 25 de abril de 1935 se promulgó la ordenanza municipal mediante la cual se le otorgó a la cooperativa el permiso para instalar una usina dentro del ejido municipal.
Se compararon entonces los primeros motores, mediante un crédito del Banco Nación que contó con los avales de numerosos socios fundadores y de otros “voluntarios” que creyeron seriamente en el proyecto.
En junio de 1938, los primeros motores arribaron a la ciudad y seis meses después, comenzaron a hacer vibrar el flamante edificio de la cooperativa, instalado en el mismo sitio en que funciona actualmente.
A los pocos años, el incremento del número de usuarios del servicio eléctrico, hizo necesaria la adquisición de un nuevo grupo electrógeno. CALF dotaba de energía, no solo al sistema de alumbrado público y domiciliario, sino que además se encargó de las incipientes radicaciones industriales y de los bombeos de agua de Neuquén y de la vecina Cipolletti.
En 1951 se incorporó un nuevo motor y en 1969 la cooperativa del pueblo de Neuquén dejo de generar energía a partir de la instalación a la vera del río Neuquén de la “Central Térmica Alto Valle”, propiedad de la estatal “Agua y Energía Eléctrica”.
Es indudable que los frutos del esfuerzo de haber fomentado entre la población el sentimiento comunitario como medio para alcanzar el progreso se convirtieron en realidad, más aún cuando vemos erigirse en la entonces ciudad de los médanos y el viento a la Cooperativa de Agua, Luz y Fuerza de Neuquén Limitada, CALF
Estos son algunos de los imborrables recuerdos de que 86 años de vida al servicio de la comunidad neuquina, fueron sembrando en cada calle y cada esquina de esta ciudad.