El Desborde del río de 1958 provocó la reubicación de varias familias afectadas por la crecida del río Limay.
Víctor Aníbal García nunca se hubiera imaginado que a poco de asumir sus funciones como intendente de la ciudad de Neuquén, se enfrentaría con un gran desafío por delante.
García había sido elegido como el primer jefe comunal constitucional, tras las elecciones que se llevaron a cabo en 1958 luego de que Neuquén dejara de ser territorio.
Si bien la ciudad tenía muchos problemas que resolver como las calles sin pavimentar, el servicio de transporte y la falta de espacios recreativos seguros, en julio de aquel año tuvo que afrontar la peor de las pesadillas de la época: una grave inundación.
En toda la región llovió muchísimo y el Limay tuvo uno de sus desbordes históricos. Tanta fue la cantidad de agua que prácticamente llegó a las vías del ferrocarril destruyendo todo lo que estaba en pie. La zona del Bajo de la ciudad quedó prácticamente inundada; muchos vecinos tuvieron que abandonar lo poco que tenían y el panorama era desolador.
La sede municipal, donde también sesionaba el Concejo Deliberante, suspendió todas sus actividades, para transformar el lugar en depósito de víveres y asistencia a los inundados. Nada alcanzaba para la asistencia de centenares de familias que se habían quedado sin nada.
García sabía que la única salida era establecer un nuevo sector urbanizado que estuviera a salvo de futuras crecidas. Así fue que decidió aprobar una partida de recursos para comprar terrenos. El lugar elegido fue la zona noreste de la ciudad, en un predio de 33 hectáreas que pertenecían al Automóvil Club Argentino (ACA), muy cerca de la zona donde estaba el puente carretero.
García se reunió con el entonces presidente de la institución Aníbal Sapere para que accediera a entregar ese enorme predio donde funcionaba una pista de carreras para automóviles. Sapere aceptó e inmediatamente comenzó a diagramarse el nuevo barrio.
Ya comprado el lote, el arquitecto Aníbal Teodoro Muller realizó la experiencia de construcción de casas tipo tubulares que luego las llamarían “montura”, para dar solución a la situación de riesgo en las inundaciones, aunque sólo se construyeron seis debido a que muchos vecinos del Bajo, especialmente del barrio Villa María -el más afectado- se resistían a trasladarse a un lugar tan árido como el elegido.
Quienes estaban más apremiados debido a que sus viviendas prácticamente no servían por los daños que les había ocasionado el agua, accedieron a mudarse a la zona norte sin dudarlo. Otros, decidieron esperar y reconstruir sus casas aun con el riesgo de que otra gran inundación volviera a dejarlos sin nada.
Fue un proceso lento porque hubo que hacer el nuevo trazado urbano en la zona dominada por arenales, la instalación de todos los servicios básicos y luego la construcción de las primeras viviendas para los nuevos pobladores.
Sin embargo, el asentamiento fue creciendo con el correr de los tiempos hasta convertirse en un populoso barrio que componen centenares de familias que llegaron de distintos lugares de la capital neuquina.
En homenaje al entonces presidente del Automóvil Club, se decidió que llevara el nombre de Aníbal Sapere y hoy es uno de los barrios con más historia de la zona este de la capital.